Nació en una pequeña localidad del levante español. Entre montañas, con pinares densos y exuberantes llenos de vida, de arroyos de aguas tranquilas y transparentes en donde proliferaba y crecía todo. Un hermoso pueblo árabe con hermosas gentes, en una colina, entre dos ríos, un lugar casi isla.
Jugaba, siempre estaba jugando. Creaba universos de fantasía, de magia. Le absorbían, sentía verdadera pasión. Descubría, gestaba, volaba ...
Su obra da protagonismo a los objetos más insignificantes y vulgares, prescindibles. Una piedra, un trozo de metal oxidado, un vidrio roto, un pedazo de madera, el esqueleto de un cactus o una teja. Desde lo más ordinario y tosco se puede crear belleza. Por ello, el reciclado es la base de su trabajo artístico.
La meta es crear una consciencia crítica desde la emoción, desde la pasión y la creatividad.
Descubrió el expresionismo con ocho o nueve años y le atrapó. Probablemente su forma de retorcer los sentimientos y la emociones, de ver el mundo a través de los ojos sin adulterar de un niño, es lo que más le marcó. Esta primera experiencia le influyó para crear, a lo largo de su trayectoria artística, una obra particular, tridimensional y cercana.